miércoles, 6 de mayo de 2015

Basado en sueños reales

Por donde comenzar... quizás por agradecer a nuestras familias, amistades, compañeros de viaje y a cada una de las personas encontradas en el camino ¡GRACIAS!

Nuestra nueva vida comenzó el 10 de diciembre de 2014, esa última noche con los nervios a flor de piel, llenos de incertidumbres, con nuestras bicicletas encajadas y todos nuestros bártulos esperando ser cargados.

El 11 de diciembre amanecimos más temprano que de costumbre, para las últimas despedidas, las mejores, que nos acompañaron al autobús rumbo al aeropuerto Madrid Barajas. Una vez allí nos recibieron nuestras madres con todos sus nervios y preocupaciones. Pesamos, demasiadas cosas, ¿todas necesarias? Probablemente no, pero ese día sí.

Una vez pasado el primer control ya estábamos solos, cruzamos el océano atlántico, el viaje había comenzado, casi sin darnos cuenta. Llegamos a una serie de terminales a 23ºC, por las que ir de aquí para allá con grandes cajas, no olvidaré la imagen de las bicicletas en el scaner.

Y por fin, otro vuelo que nos llevaría a destino: Ushuaia. Un aeropuerto pequeño, casi acogedor. Con un gran hall donde ajustar cada tornillo, cada tuerca, ambos pedales, sillín y manillar a punto, ruedas hinchadas, todo cargado y a pedalear, o a intentarlo. Pensé: Joder, que viento, como pesa esto y encima llueve.

Ahora 5 meses después, con más de 5.000 kms recorridos, seguimos recortando cachitos de diferentes carreteras para armar nuestra ruta. Comenzamos en Bahía La Pataia al Sur de Isla Tierra del Fuego, Argentina, el final de la ruta 3. Dentro del Parque Nacional Tierra de Fuego rodeados de una vegetación y una fauna nunca vistas, ascendimos al Cerro Guanaco, nuestra primera cumbre andina. De allí partimos acompañados de Wifi, nuestro perro por más de 200 kms.


Con el viento en contra llegamos al pequeño pueblo de Tolhuin, donde unas empanadas nos dan la bienvenida en la Panadería La Unión, nuestra primera y grata acogida. Colaboramos en la elaboración de pan y facturas, disfrutando de la compañía de sus trabajadores y degustando sus exquisitos productos a la orilla del imponente Lago Fagnano.



En un día de fuertes ráfagas con la sensación de pedalear con las ruedas pinchadas, sacudidos al paso de los camiones conseguimos que unos pescadores nos acerquen hasta Río Grande. De allí nos decidimos a abandonar la isla rumbo a Punta Arenas, donde nos recibe Cristian, el mejor anfitrión, con el que celebrar la Navidad. Volvemos a movernos por la ciudad en bicicleta, una delicia, una de esas cosas que se echan de menos de Zaragoza. Regresamos por un par de días a la Isla para observar una pequeña colonia de Pingüinos Rey.



Desde allí comenzamos la Ruta 9, siempre rumbo Norte, llegamos a Puerto Natales, donde aparcaremos nuestras monturas para disfrutar durante 9 días del Parque Nacional Torres del Paine, la imagen del Glaciar Grey, el amanecer bajo las Torres, las liebres correteando, ríos de aguas esmeralda y cristalinas, nos dejan maravillados.


Continuamos por la 9 norte, nos saltamos el primer desvío a la Cueva del Milodón, tomando asado con la familia Mancilla. Rumbo al Calafate, rodamos por la afamada Ruta 40 una secuencia de extensas rectas por las que circulamos con viento en contra y a favor, nos rodea la pampa, grandes extensiones con pequeñas plantas y Guanacos saltando de aquí para allá. Pero antes de llegar a nuestro destino, nos toca nuestro primer tramo de ripio (camino no asfaltado), el atajo de Esperanza, donde Fabián nos prepara una deliciosa cena compartida en una pequeña Gendarmeria.



Encontramos Río Bote, un paraíso a orillas de un río rodeado de grandes chopos, en mitad de la pampa simula un oasis en mitad del desierto. Allí compartimos cena y experiencias con Pablo Olias, Titiribici.



En el camino conocemos a Matías, Diego y Javi, el Chile Team con los que avanzamos por la Ruta 23 que nos lleva hasta el siguiente paraíso en el Chaltén, la casa ciclista el Charito, donde Flor y su familia nos reciben rodeadas, como siempre, de otros cicloviajeros. Allí tomamos una semana para disfrutar de las vistas del Fitz Roy, entre lagos y glaciares.



Salimos con un nuevo compañero de viaje, Tom, dispuestos a atravesar el Lago del desierto y la dura frontera de Candelario Mansilla hasta Chile. Menos mal que nos cargamos de fuerzas, comida y paciencia para las duras etapas. En un pequeño barco atravesamos el lago, que nos deja frente a la Gendarmeria donde nos sellan los pasaportes de salida y nos dan unas breves explicaciones de como atravesar la frontera, comemos antes de salir y listos. Primero avanzamos con las bicicletas cargadas con un par de alforjas, empinadas cuestas en el fondo de un estrecho sendero nos dan la bienvenida, allí las dejamos y volvemos a por el resto de nuestros bultos, y así sucesivamente hasta caer la noche, caminando en barrizales, metiendo la pata en ríos, encontramos un buen lugar para acampar, cocinar unas ricas lentejas y calentarnos entorno al fuego. Siempre con una sonrisa en la cara. Así llegamos a Chile donde disfrutar por última vez de la vista del Fitz Roy y aproximarnos a orillas del Lago O`Higgins.



Navegamos durante 12 horas en el barco de Pirincho, visitando cada una de las estancias. La Carretera Austral nos da la bienvenida ya de noche, por lo que pedaleamos cambiando a ciegas. En la mañana descubrimos Villa O´Higgins donde podemos participar en las emisiones de la radio libre Madipro y pasar unos días entre los que ya consideramos nuestros amigos, que estuvieron ahí, compartiendo con nosotros su vida en la Patagonia. En una de las situaciones más rocambolescas del viaje, descubrir que nos habían clonado la tarjeta de crédito, sacando poco a poco nuestros ahorros desde Filipinas, por suerte el seguro de la tarjeta se hizo cargo de todo, por lo que este episodio solo se queda en el recuerdo como un baque superado más.



La Ruta 7 más conocida como Carretera Austral en dirección norte, ha sido sin duda uno de los tramos más duros, al mismo tiempo nos han seducido sus paisajes, su sube y baja, sus ríos, lagos, refugios, ciclistas encontrados en el camino y la magia de la Región de Aysén. En cada lago o río con aguas turbias Tom y Mikel pescaron ricas truchas, que cocinamos a las brasas. Dormimos en cada refugio a pie de ruta, atravesando en ferry los grandes ríos.

Cochrane fue el primer pueblo donde encontramos el mejor zapatero remendón para reparar las castigadas zapatillas, recargar de comida nuestras alforjas y comunicarnos con la familia. Fuimos dejando los desvíos hacia los puertos para salir a Chiloé de lado, pues no queríamos abandonar nunca de esa naturaleza casi virgen. Así llegamos hasta Coyahique, lo que nos pareció una gran ciudad con su caótico tráfico, por suerte nos indicaron como llegar a la casa ciclista de Boris, donde una cuadrilla de ciclistas nos recibieron. Compartir un baño, una cocina y un par de patios, de repente se hace fácil.



A pedales llegamos a las capillas de mármol donde ver amanecer sobre unos kayaks, escalar un poco y maravillarnos ante la poderosa naturaleza moldeando el duro material.



Atracados, cual barco pirata quedamos en el Puerto Raúl Marín Balmaceda con rumbo a Chiloé con la firme intención de descubrir la próxima Región de los Lagos. Allí nos acogen para hacernos sentir como en casa. Puerto Montt, será una nueva experiencia urbana donde dejarnos envolver por el tráfico y liberarnos con la salida por la odiosa aunque práctica Ruta 5 de 4 carriles, amplios arcenes y elevadas velocidades.



Puerto Varas nos pone a dibujar dentro del museo Pablo Fierro, junto al volcán Calbuco que recientemente entro en erupción dejando extensas nubes de ceniza y junto al volcán Osorno, que solo nos dejo ascender hasta la mitad de su cono, en un esfuerzo titánico. El cansancio nos acompaño hasta la frontera de Cardenal Samore.

Casi en Argentina, conocimos el joven espíritu de Dominic y Michel. Recorrimos la Ruta de los Siete Lagos bajo la lluvia y el sol. Con un reencuentro que estoy segura no olvidaremos nunca, Los barbudos brasileños. No nos pudimos resistir a regresar a Chile, trayendo a Lucas.



Camino a Villarrica nos encontramos con Álvaro Neil, biciclown y su amada Karma. Pasamos unos días en la granja de Pancha, Hans, Sol y Melian para desconectar del pedaleo, trabajando y aprendiendo nuevas habilidades. Hasta la partida a Temuco donde bajo una intensa lluvia solo podíamos pensar en conocer a Lea y su ducha caliente.



La Región del Bío Bío nos acoge, en Temuco Chico nos hacen levantar nuestro campamento para llevarnos con la familia Antileo Sanhueza, nos descubre el arte de Maximiliano Muster Krauss, nos reencuentra con Natalie que nos presenta a su familia, casi con la Zaragozana Merce.



Seguimos durmiendo en nuestro amplio hotel de las mil estrellas, como bien lo llama Paris en el observartorio Elke en Penco a escasos metros del Océano Pacífico, colaborando en una actividad astronómica en el colegio de Lirquén.

Así llegamos hasta las playas al sur del río Itata, a través de unas pendientes casi perpendiculares donde Mikel pincha por primera vez durante, varias personas colaboran con: dinero, pan, bebida, plátanos y acogiéndonos en sus hogares como la familia Fernández Vega en Vegas del Itata y la familia Ceballo. Como en casa nos hace sentir el cuerpo de bomberos de Cobquecura.



Mientras la niebla comienza a inundar las heladas mañanas, que anuncian la llegada del invierno, del que seguimos huyendo en dirección norte, con un tranquilo pedaleo.